" A mi hermana, el marido, que es policía, le pegó un tiro en un ataque de celos(...) él tenía mucha rabia porque pensó que la persona que la había acabado de llamar era el amante, sacó la pistola y le disparó en el cuello, cuando él agarró el teléfono, se dio cuenta que estaba hablando con una amiga que al tiempo le gritaba, al otro lado del teléfono "la mataste, la mataste"(...) Mi hermana quedó muda de por vida, después de mucho tiempo en el hospital y muchos intentos de salvarle la voz, no pudieron hacer nada por ella(...) pero lo que más me preocupa es que el marido está en la cárcel, y parece que la condena va a ser larga y él no se lo merece, él es muy buen papá, muy buena persona y muy buen oficial, y fue culpa de mi hermana, ella siempre ha sido muy provocadora y si él hizo eso es porque ella le sacó la rabia..."Hace poco una senadora de la república salió en tv nacional con una historia similar, diciendo que si el marido le pegaba era porque ella de vez en cuando se lo merecía.
Y si bien conozco a la hermana de la que quedó muda y no me cabe la menor duda de que si son remotamente parecidas, entonces seguramente debió haber llevado al oficial hasta el borde de la locura, no entiendo que hace pensar a alguien que la violencia se justifica, más aún sobre tu propia hermana, no entiendo que nos hace llegar a pensar que cuando alguien te provoque debes cogerlo golpes o a bala. Porque ésto que escribo es solo una historia más que va a pasar y que llegó a mis oídos tangencialmente, pero que es la radiografía de una sociedad que a veces parece podrida desde sus cimientos. Donde se sigue pensando que la seguridad democrática, como política de estado, es la única que puede solucionar los problemas, una política que se resume en acabar a tu enemigo de cualquier forma, no da pie a negociar, no da pie a hablar, no da pie a resolver las diferencias de un modo distinto a la aniquilación del otro. Y ese pensamiento, que es planteado como política, se incrusta abajo, en el ciudadano, en la forma de pensar de la gente del común, en la calle y en la escuela y la tolerancia y el respeto por la opinión del otro no existen y no pueden coexistir con ese tipo de políticas mientras sigamos pensando que la apuesta para sacarnos de este estado mental en el que estamos está dada en el fortalecimiento de la seguridad. Porque apostarle a la educación no es buen negocio para ningún dirigente político, porque los frutos nunca los van a recoger en su mandato y probablemente nunca los va a ver en su vida porque esos sembrados tardan muchos años y las inversiones a largo plazo no son precisamente las mas atractivas para empresas que por lo general duran periodos de a cuatro años.
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